“Algo tendrá el agua cuando la bendicen”, dice el dicho popular… ¿Es esto aplicable a nuestras queridas ventanas? Para que hayan sido y sigan siendo fuente de inspiración de miles de artistas, los “ojos” de nuestros edificios sí que algo, deben de tener.
Para la fotógrafa Flavia Tomaello y la poeta Nora Almada también son una excusa para celebrar 30 años de amistad con la publicación de un libro. Un libro, titulado “El rabillo de la casa“, que se presentó el pasado mes de septiembre en Barcelona y cuya publicación colecciona fotos y micro relatos. Fotografías y poemas en honor a las ventanas del mundo: antiguas, modernas, rotas o pintadas, manteniéndolas como musas de muchos escritores.
Para la fotógrafa protagonista, las ventanas son objetos y objetivo de una mirada, pero al mismo tiempo son herramientas que posibilitan el particular recorte de una realidad, bien irreal, bien mentirosa. Un recorte del paisaje. Una lupa. Un fragmento y el todo. Lo íntimo, lo subjetivo. Un canal de comunicación siempre expresivo, capaz de transformar en imagen un rumor o la misma curiosidad.
La propuesta del libro que nos ocupa, es entrar en esta doble mano voyeurista, pública y privada, e intentar descubrir cómo vemos y cómo nos ven. Aquí la ventana se sale de su eje, se torna evocadora, inmensa, finita, contradictoria. Es escape y es encierro… o es promesa. Todo depende de quién mire.
Según estudios de mayor calado, desde un punto de vista fisiológico cuando hablamos de ventanas pensamos en los sentidos, los cinco sentidos, especialmente la vista, la mayor responsable de que cuando nombramos algo, inmediatamente podamos hacer la abstracción, la imagen mental de lo nombrado. El cristal de la ventana es la córnea, que es transparente si está sana. El iris alberga un agujero por donde nos entra luz y la imagen: la poética pupila. Es el iris el que se contrae más o menos para dejar pasar más o menos luz. Y, son esas imágenes (siempre luz) las que son bien recibidas por nuestra retina, que como todo lo importante está alojada al fondo, al fondo del ojo. Es el cristalino, mediador entre la pupila y la retina, el que ayuda a enfocar para que los rayos de luz lleguen de forma adecuada a la retina. Y, como toda ventana que se precie, el ojo cuenta con visillos o persianas: nuestros párpados ayudando a la córnea a protegerse de lo demasiado luminoso, incluso cerrando el paso a toda luz.
La ventana como objeto ha estado cargada siempre de un fuerte simbolismo. Según palabras de algún autor, la ventana es metáfora infantil de la curiosidad, fuente de inspiración para músicos, fotógrafos, pintores, novelistas, abre una brecha redentora, es el punto de partida para viajes al futuro o ensoñaciones al pasado; atalaya doméstica.
Poesía o no, mucho simbolismo y representación ¿Os animáis a leer este libro? Grandes bondades, no solo técnicas, que nos permiten deleitarnos con sus relatos poniendo como protagonistas a las ventanas… Sean o no de PVC
Hasta la próxima semana…
Fuentes: Portinos.com, Realidad y ficción revista y Deceuninck